Este número #21 está dedicado a debatir algunos tópicos de historiografía moderna de la arquitectura. Es ineludible la contribución prolífica e influyente de Jorge Francisco Liernur, quien nos entrega un ensayo minucioso acerca del concepto de «primitivismo» en la producción teórica. Frente a la tesis canónica «puramente capitalista» para explicar la arquitectura moderna, Liernur plantea la necesidad de considerar otros factores que permiten comprender su emergencia, debatiendo la idea –y el papel- del «primitivismo» para caracterizar la relación entre la arquitectura moderna y las culturas «antiguas». En su operación interpretativa Liernur retoma como momento cero de la arquitectura el ejemplo de la «choza primitiva semperiana», un arquetipo primario que confronta con otras variantes «primitivas», aún descartadas por el propio historiador alemán.
Exhibida para la Gran Exposición de Londres de 1851 la «choza caribeña de bambú» representaba el «ejemplo inspirador», en el que Semper asimilaba la «percepción de un objeto real a su propia interpretación de una construcción primitiva con las características mítico-poéticas». De este modo la verdad en Arquitectura, se relacionaba con «la articulación entre «la tectónica con la capacidad o no de un edificio de expresar su contenido».
El argumento de Liernur expone al tema de la «cabaña primitiva» casi como una constante (deliberadamente excluida en la historiografía), que sin embargo se encuentra presente en diversos arquitectos modernos: Berlage, Behne, Taut, Hilberseimer,Breuer, Mendelsohn, entre otros. Desarmando los mitos de la historiografía, Liernur señala que Mies Van Der Rohe, en 1923, propondrá una versión «acerada», que, como aproximación a la verdad en la Arquitectura, superpondrá las nociones de ética y estética. El cierre del texto recorre otra (fascinante) manifestación de la relación entre arquitectura y el «clima primitivista», aquella que une a Le Corbusier y su el arte africano, el arte primitivo, además de la hipótesis de una posible relación entre «los proyectos basados en los cinco puntos y las aldeas prehistóricas de palafitos de los lagos suizos».
En el siguiente ensayo Luis Müller realiza una interpretación de la génesis y posterior proceso de la «bóveda cáscara», invención de Amancio Williams, surgida como creación original y singular para el de tres hospitales en la provincia de Corrientes en 1948, por encargo del Estado Nacional. Su desarrollo encierra, entre otros aspectos teóricos, la idea de la invención de un «nuevo orden»: un orden sin tiempo.
Este ensayo nos permite abordar diversas problemáticas de la disciplina: por un lado, el reconocimiento de la figura del autor, su proceso de diseño y la aplicación del «método experimental» de trabajo, situando su arquitectura y su producción «a la par de lo que sucedía en el mundo». Por otro, el pasaje del icónico «elemento complejo», tridimensional –la bóveda cáscara para la que solicita patente de invención- a la creación de un «nuevo espacio arquitectónico», sistémico y modular. Una deriva que auna la idea de «belleza universal y atemporal con un sentido riguroso de la técnica», y configura loa valores y principios fundamentales de Williams.
Para finalizar, María Martina Acosta reflexiona críticamente mediante el entrecruzamiento de dos exhibiciones en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) denominadas “Latin American Architecture since 1945” (1955) y “Latin America in Construction: Architecture 1955-1980” (2015) y, ente ellas, el libro de Francisco Bullrich de 1969 “Arquitectura latinoamericana 1930-1970”. En ellos se identifican temas y problemas que han caracterizado la producción arquitectónica y teórica en Latinoamérica entre los años 1930 y 1980: sus «puntos de encuentro, las diferencias y las resonancias».
Acosta caracteriza el contexto político-cultural de la década de 1960 y la «compleja trama disciplinar»,discurriendo con agudeza a través de aquellas intenciones, conceptualizaciones y obras que han marcado el rumbo y el pulso de las producciones arquitectónicas, tal como fueron presentadas por los curadores del MoMA y por Bullrich. De este modo, Acosta introduce categorías analíticas y problemas comunes a la disciplina y (¿particulares?) a América (latina): la (posible) unidad cultural, diversidad, originalidad, progreso, libertad, carácter, expresión, tecnología, espacio, identidad, experimentación… cuestiones que, de diversa manera contribuyeron a pensar el problema del desarrollo y el futuro.
Hace ahora treinta años, cuando iniciamos -a poco tiempo de fundada la facultad- los estudios de historia de la arquitectura en la ciudad, «Pancho» nos interrogaba sobre nuestros intereses, en los que la condición local reclamaba su urgencia para construir y afianzar un inexistente campo de estudios: ¿y si nos deshicieramos de esa premisa? «Pinta el mundo y verás tu aldea» fue el desprejuiciado consejo, plagado de inspiración, que dio ánimo a estudiantes de entonces y docentes a cultivar una forma de indagación curiosa sobre todo lo que nos rodea, más allá de la geografía. Ese es un poco el camino de este número de Polis.