Es sugestivo que todavía la idea de un «modernismo en las calles» pueda tener tanta vigencia, con su fuerza evocadora de los valores inquebrantables de la Universidad. En todo caso, su puesta en cuestión no ha hecho más que robustecer los compromisos de la vida académica, al mismo tiempo que, como ocurre habitualmente, la crisis se torna oportunidad: para repensarse, reconocerse y fortalecer los lazos con la sociedad.
La reflexión sobre nuestro tiempo actual es también la reflexión sobre nuestro futuro. Un futuro que está aquí, en una agenda contemporánea que se hace presente en los artículos de polis #24. Las nuevas escenas didácticas atraviesan los intereses de docentes y estudiantes, que ensayan con los programas de inteligencia artificial, con curiosidad y agencia. Otras escenas escapan a las aulas: si lo que fue el abrazo al Edificio de Correos en junio exhibe la urgencia de salvar nuestro patrimonio, los proyectos de extensión universitaria exponen la necesidad de formar, concientizar, involucrar(se). Trabajar con las infancias, con artesanos y artesanas, con productores, son todas maneras que enriquecen mutuamente a los diversos actores. Finalmente, ese futuro –ese presente inmediato–, se modela en el proyecto, nuestra particular forma de reflexión: género y espacio público se establecen como problemas más allá del Mes de la Mujer (con esa excepcional conmemoración llevada adelante en marzo en FADU) para amplificarse en una sutil mirada sobre nuestros espacios y objetos para la vida.