La evolución de las técnicas gráficas y los lenguajes visuales ha sido fundamental en la historia del diseño. Este artículo explora cómo la independencia entre técnica gráfica y lenguaje visual percibido crece exponencialmente con la inteligencia artificial. Reflexionamos sobre el impacto de estas tecnologías y proponemos su consideración en la formación del nuevo diseñador, destacando su papel como protagonista activo de un campo siempre cambiante.
INTRODUCCIÓN
En la jerga profesional o en el ámbito académico es frecuente escuchar el término «lenguaje gráfico o visual» para referir, como expresa Timothy Samara (2008), «al lenguaje de la herramienta»: esa marca o huella particular asociada a la técnica que se manifiesta en un modo de ser de la línea, los contornos y la superficie, para sumar una nueva capa de sentido, una carga extra de significados al complejo entramado que plantea la lectura de la imagen. Esta relación entre modo de ejecución y resultado visual aparece, es cierto, como natural, obvia e indiscutida. No obstante, con una mirada más atenta, esta afirmación puede ponerse en crisis.
Por lo expuesto, el presente artículo propone indagar en la compleja relación entre las técnicas de producción gráfica y los lenguajes visuales percibidos, en un recorrido desde los primeros registros de la prehistoria hasta las sofisticadas creaciones de la inteligencia artificial. A través de este camino, se busca entender mejor las dinámicas entre herramienta y resultado, técnica y lenguaje, en un contexto donde la comunicación visual está cada vez más influenciada por la tecnología. Por ello, se analizan los dos principales quiebres que se han dado en este sentido: la digitalización y, en virtud de ella, la asombrosa inteligencia artificial.
SIEMPRE LA TÉCNICA
Desde los inicios de la cultura, el hombre se ha expresado visualmente. En la caverna paleolítica, hace 40 000 años, aparece por primera vez la imagen como representación simbólica y, en esa huella milenaria, las pistas acerca de los materiales, instrumentos o sustancias con las cuales se plasmó esa imagen. Estas primeras manifestaciones parecen ser resultado de una técnica mixta entre el dibujo y la pintura. Unos milenios más adelante, aparece el estarcido para plasmar siluetas de manos en distintas cuevas alrededor del mundo; ya en nuestra era, podemos hablar del mosaico, la xilografía, el grabado en metal, la fotografía o el collage como algunos de los diversos procedimientos con características propias y específicas que, a su vez, se enriquecen y complejizan en el uso de instrumentos, materiales, soportes o variantes aportadas por el artista o ejecutor.
Sin lugar a dudas, la historia de las imágenes es una historia de las técnicas de producción gráfica que le dan origen y los lenguajes visuales parecen ser la consecuencia inevitable de estas últimas. Esta correspondencia entre la técnica gráfica (el procedimiento o método de ejecución) y el lenguaje visual (las cualidades de borde, línea y superficie) es indiscutida y evidente, sin embargo, no taxativa.
Quizás, el ejemplo más claro para comprobar que el vínculo natural entre técnica y resultado puede ser alterado es el arte hiperrealista. En este tipo de obras, las características propias de la fotografía como técnica (de exactitud y riqueza de detalles, de ilusión de volumen y de máxima fidelidad respecto de la realidad tal cual la percibimos) o, si se prefiere, el «lenguaje fotográfico» es imitado por el artista en virtud de un trabajo que combina pasión, pericia y paciencia. Frente a ellas y aunque advertido, el ojo es engañado a tal punto que resulta imposible determinar la ejecución de otro procedimiento que no sea la cámara fotográfica.
De igual modo, a lo largo de siglos, ha habido artistas (ilustradores, miniaturistas, pintores, dibujantes) que, como consecuencia de la inquietud y el oficio, han producido obras con procedimientos técnicos cuyo resultado es ajeno a la impronta natural de los mismos y logra confundir (intencionalmente o no) a un receptor incapaz de reconocerlo. Como hemos señalado, la pintura y el dibujo son técnicas con las cuales se ha podido imitar la fotografía al límite del asombro, pero también la pintura ha imitado al offset, a una estampa, o una litografía ha simulado el mosaico, por mencionar solo algunos ejemplos (ver imágenes). Nuevamente, la técnica de producción real consigue un efecto visual identificado con otras herramientas, procedimientos o recursos.
En resumidas cuentas, durante siglos de técnicas analógicas, han aparecido contados (pero suficientes) casos que ponen en crisis esta relación tan estrecha entre técnica de producción y lenguaje visual: este vínculo natural entre el cómo se produce y el resultado del mismo. Quizás, la poca frecuencia de este divorcio es la razón por la cual pocos teóricos han abordado o profundizado el tema. Sin embargo, dada la importancia de los lenguajes visuales en el campo de la comunicación visual y teniendo en cuenta los cambios vertiginosos y exponenciales que se vienen dando a nivel tecnológico, consideramos que es el momento oportuno para reflexionar sobre los mismos.
ALGUNAS OPINIONES IDÓNEAS
Antes de abordar las etapas de quiebre, consideramos importante mencionar algunas miradas en relación con la técnica y la evidente consideración de la misma como unidad respecto del resultado.
Podemos encontrar expresiones más cerradas respecto de esta unidad (técnica–lenguaje), como la mencionada de Samara, en las posturas de Josef Müller Brockmann (1996) o Emil Ruder (1967); sin embargo, otros teóricos como Paul Rand (1947) o Ellen Lupton (1983) han sido más amplios en sus definiciones y no tan taxativos. Aun así, con menor o mayor fuerza, esta unión se va a mantener hasta el próximo quiebre. Un momento de transición que quedó claramente plasmado en la obra y pensamiento de Neville Brody (1994 y 2001) que se evidencia como bisagra entre la etapa analógica y la que desarrollamos a continuación.
TIEMPOS DE CAMBIO: LO DIGITAL
Desde múltiples aspectos, la década del 90 puede señalarse como el inicio de un cambio disruptivo respecto de toda la etapa anterior. Es en este período cuando aparece en escena la Word Wide Web o red informática mundial y la gente común comienza a familiarizarse con el correo electrónico, los primeros servicios en línea y navegadores, los cuales facilitan enormemente el acceso a la información digital.
En paralelo a este proceso de integración o conexión global, los ordenadores de uso doméstico se fueron democratizando y estuvieron en pocos años al alcance de muchas personas. En este sentido, todo el campo profesional vinculado al diseño comenzó a experimentar un cambio progresivo que incidió significativamente en la producción y el tratamiento de las imágenes. Al avance creciente de los diversos programas de ilustración vectorial y de tratamiento de imágenes en mapa de bits se le sumó también el avance tecnológico del hardware. Los dispositivos mutaron desde una gran dificultad inicial, a una gradual cercanía e imitación de las herramientas analógicas. Ratones más ergonómicos, trackballs, tabletas con monitor externo, tabletas con pantalla táctil y lápices ópticos con enorme precisión y sensibilidad, fueron algunos de estos avances que allanaron esas dificultades iniciales.
La consecuencia de todo lo señalado en relación con el tema que nos ocupa es el desplazamiento del enfoque desde la técnica al resultado percibido. Las herramientas digitales no solo ahorran tiempo y facilitan el trabajo, sino que desmaterializan el proceso de producción de la imagen. Los pinceles que ofrecen los programas de edición de imágenes son cada vez más variados, más convincentes, más reales. Lo mismo ocurre con los trazados que dejan los lápices de las modernas tabletas digitales, que imitan a la perfección las huellas de grafito o carboncillo en una hoja de cualquier tipo de papel. Ante esta evidencia, es sensato dejar todo romanticismo de lado y pensar que la elección es obvia; ya no importa el cómo se hace, sino lo que parece ser.
LA SEGUNDA GRAN OLA DE CAMBIO: LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Si las últimas tres décadas pueden asociarse a una «tormenta» disruptiva en materia tecnológica, sin lugar a dudas la reciente irrupción masiva de la inteligencia artificial puede considerarse un verdadero tsunami. Una revolución que inició en 2020[1] y cuyas consecuencias para el futuro de la humanidad es muy difícil de predecir aún.
Más allá del impacto que esta herramienta puede generar en el campo del conocimiento en general, nuestra mirada profesional nos lleva a cuestionarnos sobre todo lo que está ocurriendo (y puede ocurrir) en el campo de la producción de la imagen. Nuevamente la velocidad, multiplicidad y precisión de los resultados se impone sobre la preocupación y el desconcierto de los diseñadores que puedan verla como una amenaza. Más allá de lo reciente, de lo vertiginoso y de lo cambiante, podemos analizar la realidad de un presente que ya, en tan breve tiempo, propone diferencias muy significativas en procesos, tiempos y resultados.
Las grandes novedades vienen representadas, por una parte, por las Generative Adversarial Networks (GAN), que son un tipo de red neuronal artificial utilizada en el campo de la inteligencia artificial para generar nuevos datos o imágenes a partir de datos existentes. Por su parte, la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) o GAI (por las iniciales en inglés) es una rama de la Inteligencia Artificial que se centra en la creación de contenido artificial (texto, imagen, audio, video) a partir de información y datos existentes introducidos previamente, mediante una serie de instrucciones que en su término inglés se denomina PROMPT.[2]
En primer lugar, podríamos preguntarnos: ¿en qué afectan estas nuevas herramientas a la generación de imágenes? La primera respuesta sería que solo requiere un mínimo de instrucciones textuales, con independencia total respecto del software y del hardware que, hasta su aparición, eran indispensables. En segundo término, y no menos importante, son los tiempos de procesamiento increíblemente cortos y comparativamente ínfimos, en relación con los necesarios para producir algo de similar complejidad, sin su aporte. Y, por último, la diversidad de opciones que puede brindar, apelando a millones de antecedentes procesados, en un espectro temático sorprendentemente vasto. A esto podemos agregar que los resultados obtenidos, en la medida que esa serie de instrucciones sea precisa, tienen un nivel de resolución que también es asombroso.
Este cambio provoca una evidente paradoja. Esta capacidad de imitar, de una manera tan rápida, fácil y convincente, es la que justamente pone en crisis la credibilidad. Todo es imitable y, por lo tanto, nada es confiable. Más que nunca, quizás, lo prioritario, en términos de comunicación visual, será el resultado y lo que este provoque ante un receptor cada vez más vulnerable a la imitación, más expuesto al posible engaño de la imagen. Una imagen cuyo lenguaje visual otrora fuera resultado casi indisociable de la técnica gráfica que la produjo, y que hoy se independiza de ella y libremente la imita desde estos nuevos métodos, apelando a un avance abrumador.
CONCLUSIÓN
No existen dudas de que, desde el punto de vista de nuestra disciplina, los atributos o cualidades visuales que han aportado los diferentes procedimientos técnicos a lo largo de la historia conforman un amplio abanico de posibilidades que el diseñador puede usar estratégicamente, ya sea para sugerir o connotar ciertos significados, para orientar al lector hacia un género discursivo en particular o bien para definir y dar personalidad a una identidad poderosa.
Este cambio de enfoque en el que el modo de producción es desplazado a un segundo plano no implica una pérdida, sino una evolución natural en la forma de abordar la creación y uso profesional de la imagen. Muy probablemente sea la velocidad del cambio y potencialidad de esta nueva tecnología el motivo por el cual puede generar tensión y desconcierto en el campo profesional.
Lo cierto es que lo que antes estaba en manos de un experto o idóneo, hoy se consigue en segundos con una indicación precisa (PROMPT) y con resultados cada vez más convincentes. Por este motivo, es fundamental comprender que esta maquinaria no puede detenerse y, en lugar de lamentar la posible obsolescencia de las técnicas tradicionales, resulta indispensable adaptarse, reinventarse y sacar provecho de esta innovación cuyos aportes redundan en beneficio de la imagen y el diseño.
La rápida evolución tecnológica también subraya la necesidad del reskilling, un término que refiere a la adquisición de habilidades completamente nuevas para realizar una transición a un campo laboral diferente del actual. Como expresó Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, «estamos al borde de una revolución tecnológica que alterará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos unos con otros» (Schwab, 2017). Preparar a los diseñadores para esta transición es crucial.
La irrupción digital de los años 90 transformó y permitió expandir nuestras capacidades creativas, y la inteligencia artificial ofrece hoy nuevas fronteras y posibilidades. En este contexto, los diseñadores tenemos la oportunidad de explorar y utilizar estas nuevas herramientas para mejorar la comunicación visual. No obstante, el verdadero valor radica en cómo los profesionales se capaciten para su aprovechamiento y, desde la función pedagógica, la tarea de acompañar y guiar a los futuros profesionales en este proceso de aprendizaje es el enorme desafío que se plantea a los cuerpos docentes.
En síntesis, el futuro de la comunicación visual promete continuar siendo un campo dinámico y lleno de potencial, en el cual la inteligencia artificial generativa puede enriquecer y diversificar nuestras capacidades creativas. Los lenguajes visuales aportados por las herramientas del pasado seguirán existiendo junto con los nuevos lenguajes que surjan de las nuevas tecnologías y, en definitiva, de la inagotable capacidad creadora de los seres humanos.
Los cambios tecnológicos intensos y veloces tienen aspectos que nos exceden,pero los países y las personas, al igual que el arquero, deben prepararse, entrenary equiparse porque, una vez que la flecha está en el aire, la suerte está echada.
Eduardo Levy Yeyati / Darío Judzik (2024)
Referencias bibliográficas
Brody, Neville (1994). The Graphic Language of Neville Brody 2. 1a Ed. Thames & Hudson.
Brody, Neville (2001). Digital Graphics. 1a Ed. Rizzoli International Publications.
Levy Yeyati, Eduardo y Judzik, Darío (2024). Automatizados: el trabajo en tiempos de inteligencia artificial. 1a Ed. Planeta.
Lupton, Ellen (2008). Graphic Design: The New Basics. 2a ed. Princeton Architectural Press.
Müller–Brockmann, Josef (2002). Graphic artist and his design problems. 3a Ed. Nigli.
Rand, Paul (1983). Reflexiones sobre el diseño. 1a ed. GG.
Ruder, Emil (2001). Typographie: A Manual of Design. 7a Ed. Braun Publishing AG.
Samara, Timothy (2008). Los elementos del diseño: Manual de estilo para diseñadores gráficos. 2a ed. GG.
Schwab, Klaus (2017). The Fourth Industrial Revolution. 1a ed. Crown Publishing Group.
Notas
[1] La versión GPT–3 fue lanzada en junio de 2020, lo que marcó la irrupción de ChatGPT como una IAG de acceso gratuito y uso masivo.
[2] En el contexto de la inteligencia artificial generativa, un PROMPT es una serie de instrucciones textuales que se introducen en un modelo de IA para generar contenido. Estas instrucciones guían al modelo en la creación del resultado deseado.
Cómo citar
Carignano, José Carlos y Danilo Sunzunegui (2024). Técnicas gráficas y lenguajes visuales. La irrupción digital y el impacto de la inteligencia artificial, Polis, n.° 24. https://www.fadu.unl.edu.ar/polis
José Carlos Carignano
Licenciado en Diseño de la Comunicación Visual (FADU–UNL). Desde el año 2006 es docente de la cátedra vertical Taller de Diseño 2, 3 y 4 (Albrecht). Actualmente se desempeña como Jefe de Trabajos Prácticos en la asignatura Taller de Diseño 2.
Danilo Sunzunegui
Diseñador Gráfico en Comunicación Visual (FADU–UNL). Docente e investigador. Profesor adjunto ordinario de Historia del Diseño (LDCV, FADU–UNL). Profesor titular de Packaging 1 Y 2 y de Percepción y Lectura de la Imagen (LDCV y LDI, FADU–UNL).