Palabras claves

Diseño – Cine – Didáctica

EL CINE HA PLANTEADO DESDE SUS COMIENZOS UNA ESTRECHA RELACIÓN CON LAS ARTES PLÁSTICAS, LA ARQUITECTURA Y EL DISEÑO. LAS CONSTRUCCIONES DE ESCENARIOS PARA LOS PRIMEROS FILMS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX, DAN COMIENZO A UNA EXTENDIDA GENEALOGÍA DE PROPUESTAS QUE ENTRELAZAN PRETENSIONES ARTÍSTICAS Y EXPRESIVAS, CON EXIGENTES INTERESES EMPRESARIOS Y COMERCIALES. NO DEBEMOS OLVIDAR QUE DESDE LO TECNOLÓGICO, LA CINEMATOGRAFÍA ES HIJA DILECTA DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y SUS FORMAS DE PRODUCCIÓN RESPONDEN AL DESARROLLO DE LA EMPRESA CAPITALISTA MODERNA. LA TENSIÓN ARTE/INDUSTRIA HA SIDO Y ES CONSTITUYENTE EN SU HISTORIA, COMO FORMA DE COMUNICACIÓN Y EXPRESIÓN.

El cine ha sido, desde sus principios, una institución que ha marcado profundamente la vida de las personas. En primer lugar como fuente de entretenimiento, pero también como medio de comunicación, de educación y hasta como forma de resistencia social. En la actualidad podemos decir que el medio audiovisual, ha conquistado el tiempo de una gran parte de la sociedad por encima de la palabra escrita. El cine nos permite como espectadores perdernos en un espacio de tiempo, en un nuevo universo de sentidos. El acto de ver una película implica poner en juego otro tipo de emociones, de miradas y socializarlas. La nueva idea y el rol asignado al cine como instrumento didáctico, tiene su justificación en haber sido el ojo testimonial en el devenir de la historia del siglo XX. Los observadores e intérpretes, han sido aquí, los artistas de la cámara y los narradores que contemplan, desde múltiples visiones e intereses estéticos y poéticos, a la ciudad, sus espacios habitables y sus relaciones humanas. Esta idea tiene por objetivo conectar diversas disciplinas entre sí con el arte del cine, su estética visual y plástica, su construcción ficcional en las áreas de la Historia, la Arquitectura, las Artes Visuales, el Diseño Industrial y la Comunicación.

El cine como herramienta narrativa

Desde fines del siglo pasado, el arte cinematográfico ha comenzado a ser tenido en cuenta como fuente y texto para el estudio de las más diversas disciplinas. En nuestra época se reemplaza el concepto tradicional de principios de siglo XX, donde el cine era visto solo como un fenómeno producto de los avances tecnológicos para satisfacer la necesidad de entretenimiento y espectáculo de la nueva sociedad de masas en la modernidad. Tanto como testigo de acontecimientos a través de diversas formas del documentalismo en el registro del acontecimiento, como así también en la ficción y su lenguaje artístico, el cine propone visiones del pasado, el presente y el futuro, sus alteraciones y mixturas, a través de la posibilidad que da el montaje y todos los recursos del arte audiovisual. El cine utiliza una novedosa y renovada tecnología que brinda información esencial para la indagación y el conocimiento del mundo.

La paradoja del cine y su breve historia como arte en algo más de un siglo, es haber permitido por razones contextuales e históricas, la convivencia en un mismo tiempo, de un período clásico (a partir de la gramática narrativa de David Wark Griffith de 1915 en EE. UU.) y uno de vanguardia (el último eslabón con la teoría del montaje, de Serguei Eisenstein de 1923 en la URSS.). La paradoja no termina ahí. La creación del cine clásico, que se prolonga hasta nuestros días, es la poderosa industria de estudios y corporaciones de los EE. UU. que articula lenguaje y producción, en una organización por géneros. Estos formatos responden a la avidez del entretenimiento necesario como compensación lúdica, al duro ejercicio de la cotidianidad en la sociedad capitalista moderna. Por el contrario la vanguardia cinematográfica se da en la conflictuada Europa de pos Gran Guerra del ’14 y, como todas las vanguardias estéticas del siglo XX, es ideológica y cuestionadora de la dura realidad de una Europa en crisis política, social, económica y cultural. El sentido del cine es para las vanguardias por entonces, el carácter experimental de su concepción y su realización, y uno de sus múltiples propósitos, como señala Walter Benjamin en el año 36, debe ser la Revolución. Pero hacia 1935, la vanguardia había casi desaparecido.

El cine como el arte del siglo XX

En 1936 Walter Benjamin escribe el ensayo La obra de arte en la era de su reproducción técnica, cuya trascendencia desbordó los límites de la filosofía general y es referencia teórica en los ámbitos de la producción artística, la filosofía e historia del arte.

El triunfo de la voluntad (1935). Directora: Leni Riefenstahl

En la tesis del ensayo, Benjamin encuentra por primera vez el significado de las innovaciones
tecnológicas para el tratamiento y la producción del arte y estudia el fenómeno a través del
análisis de la fotografía y el cine. También podemos aplicar estos conceptos a otros medios de reproducción técnica: el disco y más tardíamente, la televisión, el video y el salto cualitativo que significó la digitalización y la informática hacia fines del siglo XX.

Hacia fines del siglo XIX, la reproducción hace suya la totalidad de las obras tradicionales, y además alcanza su propia identidad como procedimiento técnico y artístico. Benjamin considera a las artes plásticas como paradigma de la obra de arte por excelencia y reflexiona que su reproducción técnica destruye «el aquí y el ahora» de la obra. Según Benjamin la existencia de la experiencia estética es exclusiva en el lugar donde se encuentra la obra. Esta existencia única e irrepetible constituye su autenticidad. Benjamin denomina aura a esta «singularidad de la obra de arte».

Afiche de El acorazado Potemkin

Benjamin toma del contexto religioso el aura como: «la aparición por una vez de una lejanía, por
muy cercana que pueda estar». Su tesis central es que la reproducción destruye la tradición y la autenticidad de la obra de arte, así como su estatus cuasi religioso. Cuando el criterio de autenticidad ya no sirve para la producción de arte, este ha perdido toda función social. En lugar de su fundamentación en el ritual, aparece una praxis distinta que se fundamenta en la política. Se reemplaza el valor de culto (aura) de la obra original por su valor de exposición. Así la finalidad de una película es por el contrario, su exhibición multiplicada que no queda sujeta a ningún tiempo ni lugar determinado. Las películas solo existen como copias y solo se realizan como obra, en su proyección masificada. El cine es un arte privado de aura y entonces construye sustitutos: por ejemplo el culto a las estrellas de cine o star system entre otros.

La reproductividad técnica de la obra de arte modifica la relación de la masa con el arte y esto conduce a la democratización. El arte modifica entonces su percepción: de la contemplación aurática (religiosa) individual como experiencia mística, a la distracción y el entretenimiento de masas (democratización del arte). Ahí vio Benjamin, en la posibilidad de reproductividad del cine, su potencial revolucionario. Observamos este principio en los films de la cinematografía soviética, como paradigma propagandístico de la revolución rusa. Sin duda uno de sus ejemplos más significativos, entre otros, es El acorazado Potemkin (1925), de Serguéi Einsenstein.


Fotograma de El acorazado Potemkin (1925). Director: Serguei Eisenstein

Pero paradójicamente quien se apropia de los modos reproducción estética no son solo las fuerzas revolucionarias de izquierda, sino también la derecha fascista. Mientras las masas tienen derecho a una modificación de las relaciones de propiedad dice Benjamin: «el fascismo intenta organizar las masas proletarizadas dejando intactas las relaciones de propiedad». Y trata de darles una expresión estética a este objetivo de conservación de las estructuras económicas. El fascismo se encamina entonces consecuentemente, a una «estetización de la vida política» y en esto, el cine es un instrumento insustituible.

Los documentales de la realizadora alemana Leni Riefensthal sobre los congresos del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes en Núremberg,, particularmente El triunfo de la voluntad (1934) son muestra de esta vocación: estetización de la política, disciplinamiento social, adoctrinamiento ideológico y preparación militar.

La estetización de la política culmina en un punto para el fascismo: «la estetización de la guerra». Según Benjamin: «La auto enajenación ha llegado a tal grado que vive su propia aniquilación, como un deleite estético de primer orden. Así como sucede con la estetización de la política en el fascismo, el comunismo le responde con la politización del arte». (2011, 52)

Leni Riefenstahl (22 de agosto de 1902-2003) – Serguei Eisenstein (1898–1948) – Walter Benjamin (1892-1940)

En este excepcional escrito, se encuentra el fundamento inicial del cine como instrumento y herramienta didáctica y su relación con las masas y las multitudes. Vemos aquí, no solo al cine europeo de entre guerras que fundamenta esta condición didáctica, sino también a la poderosa y omnipresente industria cultural estadounidense. ¿Para qué? Para construir un consenso sobre el destino de una «Gran Nación», en la permanente expansión de sus fronteras interiores y exteriores. Aquí con pragmatismo, la industria apela a las estructuras discursivas de la narración clásica y nuevamente al mito del héroe como fundamento de su vocación imperial y lograr así, el consenso sobre este destino manifiesto. Así, el cine de Hollywood participa con todo su poder narrativo y estético, de esta concepción didáctica.

Historia, arte, cine y contexto

Desde distintos ángulos, algunos investigadores han propuesto diversas miradas sobre el fenómeno y las relaciones entre el cine, la historia, el arte y la realidad.

María José Rossi desde la filosofía, plantea la posibilidad de analizar las producciones cinematográficas desde seis perspectivas como forma de ilustración de una idea: 1) como una posibilidad de construir significado; 2) como forma de elaboración de fantasías; 3) como elaboración de relatos; 4) como elaboración de un relato alegórico; 5) como documento de época y 6) o como indagación epistemológica (Fabio 2010, 56).

Podemos analizar la producción cinematográfica desde distintas perspectivas visuales, estéticas, artísticas, técnicas, comerciales, discursivas e históricas. Podemos tomarla como un recurso didáctico, como una fuente histórica para interpretar el contexto en el que fue producida, podemos estudiarla y analizarla siguiendo las propuestas de algunos teóricos que proponen superar el análisis de la película como reflejo de la realidad y evaluar el film como un discurso, que busca transmitir una historia construida subjetivamente con el lenguaje propio del medio cinematográfico.

Afiche de La diligencia – Fotograma de La diligencia (1939). Director: John Ford

Robert Rosenstone distingue tres enfoques con respecto al estudio de las películas históricas: aquel que contempla el cine como actividad artística e industrial, el que lo considera como documento, y el que lo estudia como reflexión del pasado y por lo tanto lo considera como trabajo histórico. Es una concepción particular de la historia, no como un conjunto de hechos, sino como una ciencia cuyo objetivo es la reflexión del pasado. Según este autor hay que entender cómo las películas muestran el pasado y al hacerlo se convierten en una forma de hacer historia (Nigra 2010, 57-58).

Un ejemplo muy concreto de esta misión didáctica del cine y como fuente de interpretación, se encuentra en películas biográficas o biopic. El cine ha tomado como contenido entre otros, las biografías de los más grandes artistas de la historia. Las reconstrucciones de época, los entresijos en las relaciones personales, los vínculos con el poder y la sociedad, sus conflictos y dudas existenciales, han sido motivo en este rubro, de producciones memorables.

La didáctica como práctica experimental

En nuestro caso, en el año 2016, se programa una asignatura optativa para las carreras de Arquitectura, Diseño Industrial y Comunicación Visual de la FADU en la Universidad Nacional del Litoral: «Diseño, Cine e Ideología, en contexto de producción y sentido»[1]. Esta experiencia con tres años de desarrollo consiste en el cruce antes descripto y conceptualizado. Aquí la Historia de los EE. UU. es contada desde la arquitectura, el diseño y el arte, mediatizada por la industria del cine de Hollywood. El cine de EE. UU. ha construido aquí, un sistema de significación que nos permite utilizar al film como texto visual para comprender un proceso histórico completo. Los géneros arquetípicos del cine estadounidense, el western y otros, se transforman en una cantera infinita de signos para comprender esta noción liminar de «frontera» en la expansión de los EE. UU., hacia el oeste y hacia el sur. Los objetos que hacen al diferencial para la conquista y ocupación del territorio interno y externo, como las armas o los medios de transportes. Desde el Colt 45 «pacificador» y el Winchester 66, hasta el bombardero B-52 y el misil crucero BGM-109 Tomahawk. Desde la carreta Conestoga de los pioneros, a la locomotora a vapor «La General». Desde la iconografía de la guerra de Independencia, a la arquitectura clasicista de Thomas Jefferson. Desde las invenciones de Benjamin Franklin a las patentes de Thomas Alva Edison. Desde los autos de serie que utilizaban los gangsters durante la Ley Seca, al arte experimental y nuevo vanguardismo grafico de Andy Warhol. Todo esto es tomado por el Cine, para reconstruir el proceso histórico de una nación decisiva en el devenir del mundo moderno hasta la actualidad.

La construcción de estos espacios curriculares híbridos tiene por objeto invertir la estructura y la tradición organizacional de contenidos en disciplinas poiéticas como el arte, la arquitectura y el diseño. Tanto sus historias específicas como sus epistemologías deben constituirse como conocimiento diversificado sin prejuicios, incorporando al cine, su narrativa y estética, como texto e insumo decisivo para la tarea.

Referencias bibliográficas

Barber, Stephen. Ciudades proyectadas. Cine y espacio urbano. Barcelona: Gustavo Gili, 2007.

Benjamin, Walter. La obra de arte en la era de su reproducción técnica. Buenos Aires: El cuenco de Plata, 2011.

Cairns, Graham. El arquitecto detrás de la cámara. Madrid: Abada Editores, 2007.

Falco, Carlos. Cinetown. De Manhattan al Amazonas. Santa Fe: Colegio de Arquitectos de la Provincia de Santa Fe, 2011.

Hellmann, Claudia, Claudine Weber-Hof. Ciudades de cine. Barcelona: Océano, 2010.

Memba, Javier. Historia del Cine Universal. Madrid: Tab editores, 2008.

Nigra, Fabio. Hollywood, ideología y consenso en la historia de los Estados Unidos. Editorial MAIPUE, Ituzaingó, 2010.

Nigra, Fabio. El cine y la historia de la sociedad. Memoria, narración, representación. Buenos Aires: Imago Mundi, 2016.

Sánchez Noriega, José Luis. Historia del cine, teoría y géneros cinematográficos, fotografía y televisión. Madrid: Alianza, 2015.

Vila, Santiago. La escenografía. Cine y Arquitectura. Madrid: Cátedra/Signo e imagen, 1997.

 

[1] Cátedra 2020: Carlos Falco, Soledad Bustamante, María Elena Del Barco, Fabián Ramos y Agustín Falco Vázquez.

Cómo citar:
Falco, Carlos. «Diseño y cine. Hacia una didáctica híbrida». Polis, n° 17 (2020).  ttps://www.fadu.unl.edu.ar/polis/

Carlos Falco

Arquitecto, graduado en 1975 en la Universidad Nacional de Rosario. Docente e investigador en FADU, UNL, ha desarrollado también actividades académicas en otras facultades de Arquitectura de la región. Especialista en Didáctica del Proyecto. Director teatral, escenógrafo, iluminador, ha participado en innumerables proyectos culturales vinculados al arte teatral y cinematográfico desde el año 1974. Ha publicado numerosos artículos pertinentes a estas actividades en medios gráficos locales y nacionales.