Palabras claves

Percepción – Comprensión – Representación

OBSERVAR Y REFLEXIONAR SOBRE EL ESPACIO URBANO MIENTRAS SE LO RECORRE CON EL CUERPO EN MOVIMIENTO, LO MISMO QUE CON EL LÁPIZ SOBRE LA HOJA, ES UNA ACTIVIDAD PROPIA DE LAS DISCIPLINAS DEL DISEÑO QUE SE RESISTE A SER OLVIDADA EN LA VELOCIDAD QUE IMPONE LA ERA TECNOLÓGICA. DE ESTA MANERA, SE PROPONE AQUÍ UN ACERCAMIENTO AL EJERCICIO QUE EN TIEMPOS DE «AISLAMIENTO SOCIAL, PREVENTIVO Y OBLIGATORIO» SE HIZO EXTRAÑAR.

Salir a dibujar es un ejercicio de gran pregnancia para quienes pertenecemos al ámbito de las disciplinas del diseño, pues en cierto sentido, nos caracteriza y nos representa, particularmente a quienes transitamos la especialidad arquitectónica. Pero, aun así, compartir esta actividad no es un hecho que solo involucra profesiones determinadas; tampoco es excluyente, sino que, todo lo contrario. Salir a dibujar trasciende los límites de cualquier disciplina; convoca a una diversidad de personas que se reúnen para apropiarse del espacio urbano y celebrar, en sentimientos de compañerismo, la actividad del croquizar.

Estudiantes croquizando en Plaza 25 de Mayo. Fuente: Cátedra Bertero.

Aquellos que hemos cursado el ciclo introductorio y las morfologías, podemos recordar, por un lado, las dificultades halladas en la carencia de confort que conlleva estar sentados en los distintos espacios de la ciudad y a la merced de las condiciones climáticas, pasando fríos o calores extremos, días soleados, nublados o lluviosos, etc. Por otro lado, están quienes la recuerdan con agradable nostalgia y aún siguen dibujando en dichos espacios o a donde viajan; tal es el caso de los movimientos como Urbans Sketchers.[1] Pero salir a dibujar marca también una actividad que debió detenerse en el tiempo ante la coyuntura que atravesamos por la COVID-19. Esto hizo que echemos de menos el acto de dibujar y compartir, con placer y pasión, en el espacio público.

Enmarcado en una investigación de Cientibeca, este resumido estudio busca concretamente desandar lo aprendido al salir a dibujar. Más precisamente, acerca de la práctica del dibujo a mano alzada en el espacio urbano como herramienta disciplinar. Estas actividades, desde el marco pedagógico, son de gran valor en los procesos de construcción de conocimientos en las carreras de la FADU-UNL. Así, nos proponemos reflexionar sobre los procesos, los objetivos y las destrezas que conlleva esta actividad. Frente a esto, nos preguntamos: ¿para qué y por qué salimos a dibujar? ¿Qué aspectos y variables involucra e intervienen en este acto? Y sobre todo, ¿de qué manera beneficia a los estudiantes la realización de este tipo de metodologías de aprendizaje en el proyectar?

En este contexto, la primera aproximación que tenemos como estudiantes, al salir a dibujar a la ciudad, se da en el Taller Introductorio –la asignatura obligatoria común a las tres carreras– y especialmente en el Taller de Comunicación Gráfica (TCG) –uno de los módulos que lo conforman. Este último se plantea como un espacio que abarca determinados principios de los sistemas de la comunicación gráfica los cuales permiten la incorporación de un lenguaje propio, disciplinar: el lenguaje gráfico.

De esta manera, el TCG apunta al desarrollo de actividades que permiten el aprendizaje de habilidades comunicativas de carácter sensible y expresivo, y que, a su vez, buscan la mirada de quien capta y registra la imagen del entorno circundante. Es por eso que, desde una postura valorativa, el TCG hace propio y defiende al dibujo a mano alzada, así como a otras técnicas gráficas analógicas. En este espacio disciplinar, se los considera como «herramientas necesarias, no sólo en la acción de comunicar resultados o de representar objetos ya existentes, sino como algo propio al acto de diseño, un “pensar gráficamente”, presente en todo el proceso creativo e inseparable del mismo» (Bertero 2016, 23).

En la incorporación de estos códigos visuales se da, en palabras de Carlino (2005, 4), una «alfabetización académica» en la que se alienta el lenguaje como representación y copia de la realidad. Tal como afirma Bertero (2016, 61), la representación de las formas refiere a signos, códigos, sistemas y técnicas que hacen posible su prefiguración y registro para luego comunicarla. Así, desde el TCG, se busca que, por medio del recurso gráfico a mano alzada, se puedan descifrar aspectos intrínsecos de dichas formas.

Como sujetos, interactuamos continuamente con objetos inmersos en el espacio; nos identificamos y generamos experiencias con ellos. A su vez, el objetivo del diseño como acto proyectual, se vincula a la creación de formas, de objetos, como así también a la resolución de problemas vinculados a las necesidades de las personas. Esto último, precisamente, requiere de un profundo reconocimiento de las relaciones de los sujetos con el espacio. En este marco, el TCG integra a sus propuestas curriculares la actividad de salir a dibujar «a campo», al espacio urbano.

Si partimos de la idea de considerar al aula como claustro y lugar predilecto del estudiante universitario en general, esta estrategia didáctica plantea una disrupción. En ella, la ciudad, como espacio físico y hecho urbano, pasa a ser nuestro taller de trabajo, con todas las complejidades que esto involucra, ampliando así el horizonte de variables de las que se puede aprehender. De esta manera, se propone también una complementación de los aspectos involucrados en el taller, donde el salir a dibujar podría contrarrestar, con aires de libertad, otro ejercicio que también nos es propio, que son los encierros.

Salir a dibujar es considerado como un proceso de aprendizaje al que confluyen y atraviesan múltiples nociones, conceptos y habilidades. En él, tanto profesores como estudiantes asumen roles protagónicos que, como maestros y aprendices respectivamente, realizan una suerte de intercambio de saberes para la construcción del conocimiento. Cuando se realiza esta actividad, los estudiantes dan los primeros pasos en el reconocimiento y registro de objetos que se enmarcan en sus respectivas carreras. Es así como estos croquiseros en potencia, se valen de lápices, pinceles o bolígrafos para plasmar en las hojas de sus cuadernos o bitácoras, los elementos que conforman el discurso narrativo de la ciudad. Encontramos, de esta manera, representaciones de edificios significativos, equipamientos urbanos, carteles publicitarios e informaciones gráficas, entre otras, a partir de los cuales se hilvana, con líneas, manchas o colores, una historia gráfica conforme a un lenguaje sintético y expresivo.

Dentro de esta práctica, es posible detectar algunos subprocesos que se dan tanto de manera consciente, como de manera inconsciente. Podemos integrar, en primer lugar, a los medios de representación de las formas, como la perspectiva, la frontalidad, los esquemas, los bosquejos, etc. Así, en segundo lugar, estos sistemas de representación van implicando, silenciosamente, otros procesos como la observación y la comprensión de los objetos y las actividades presentes en él.

De este modo, decimos que las salidas a dibujar suponen un primer acto perceptivo, que depende del involucramiento del observador en el espacio, para la lectura e identificación de la compleja escena urbana. Como afirma Berger (2016, 8), «solo vemos aquello que miramos, porque mirar es un acto de elección». En este sentido, una mirada intuitiva se muta a una mirada intencionada a partir del estudio y la reflexión de la realidad. Por medio de operaciones cognitivas de captación, selección, jerarquización y sistematización de la información, se procesa el material percibido. Podríamos así, establecer una analogía con un ejercicio hermenéutico, de interpretación de un texto a partir de la lectura y resumen de sus ideas principales.

Salir a dibujar, como se dijo anteriormente, involucra acciones mentales, pero además es un ejercicio de relación espacial, por lo tanto, requiere de acciones corporales. La percepción de cada forma genera una cierta empatía en el cuerpo del sujeto. En esta línea de pensamiento, Pallasmaa (2012, 9) opina que «la existencia humana es fundamentalmente un estado corporal»; podríamos reafirmar, de esta manera, que la experiencia de salir a dibujar al espacio urbano acciona aspectos sensoriales. El autor Tames y Batta (2014, 7) retoma también la importancia del rol del cuerpo como lugar de múltiples acepciones y encuentros como «la percepción, el pensamiento, la conciencia, la referencia, la imaginación y la integración». Entonces, salir a dibujar supone la necesidad de salir de la casa, del taller, ir al sitio, recorrerlo, comprender la realidad que nos rodea, buscar puntos significativos, de interés, y representar en el lugar a partir de diferentes recursos gráficos.

Los procesos cognitivos y sensoriales expuestos hasta aquí, hallan su lugar en los diferentes sistemas de registro y representación, en los que lo espontáneo, lo sintético y lo expresivo, son algunas de sus características reconocibles. Los estudiantes practican e internalizan, por ejemplo, aspectos del dibujo en frontalidad y del dibujo en perspectiva como herramientas para la composición del croquis, como así también metodologías de registro secuenciales en recorrido, seriales en abanico, focales, y en niveles.

Sin embargo, el recorrido perceptivo urbano, ejercicio que involucra el salir a dibujar, es también una herramienta importante en la construcción del proceso de diseño. Desde las asignaturas proyectuales, se incentiva a los estudiantes a la realización de un bagaje de registros del lugar de intervención asignado por medio de croquis, acompañados de fotografías, videos, entre otras técnicas. Estos elementos pueden utilizarse como objetos de comprensión, interpretación y reconocimiento del lugar de estudio e implantación. Lo percibido y vivenciado, proporciona datos de las características del espacio, importantes para las etapas analíticas de todo proyecto de diseño. A la vez favorece el estudio de posibilidades y futura toma de decisiones en la generación de ideas, búsquedas e indagaciones proyectuales.

Los procesos de abstracción que requieren estos sistemas de representación gráfica, pueden significar una dificultad para los estudiantes. Si bien no parece ser objetivo de las cátedras formar expertos dibujantes, adquirir ciertas destrezas en estos elementos básicos de la representación, permitirá comunicar, rápida y claramente, una idea o concepto. No olvidemos que un dibujo a mano alzada transmite la esencia personal de cada uno; los trazos son únicos, marcados por la percepción e historia de quien lo lleva a cabo. Un aspecto que caracteriza al proceso de enseñanza-aprendizaje en las disciplinas proyectuales es el aprender haciendo y esto se aplica, sin lugar a dudas, al dibujo. Lo cierto es que solo a partir de la repetición de una acción, «la habilidad mejora, y permite la autocorrección y el autoaprendizaje» (Sennett 2009, 29). Consecuentemente, podemos afirmar que a dibujar se aprende dibujando.

Salir a dibujar es una práctica en la que se ejercita y se ajusta la percepción, la mirada, la interpretación, como así también, se internalizan escalas y proporciones, las relaciones de las partes y el todo, de figura/fondo, luz/sombra, se agudizan los procesos de selección y los consecuentes procesos de pérdidas y sustituciones (Bertero 2016, 88).

Asimismo, se produce un encuentro físico y espacial por medio de los sentidos donde tienen lugar «la percepción, la memoria, la imaginación, los recuerdos, las imágenes, la fantasía, la luz, los olores, las sombras, y los sonidos» (Tames y Batta 2014, 7). Nos exponemos a aspectos fenomenológicos y a estímulos del espacio dibujable, aprendemos de él desde otra óptica; pero también aprendemos del otro, compartimos experiencias, puntos de vistas, y conocimientos sobre diversas técnicas de representación.

Tal como dice Berger (2011, 55), el dibujo presupone una imagen visual estática que representa las múltiples dimensiones de una situación irrepetible y momentánea. Entonces, salir a dibujar es la integración de una gran cantidad de procesos perceptivos, cognitivos y técnicos; constituye un modo de aprender como síntesis del cuerpo en acción, de compartir con el resto de estudiantes, de experimentar y aprehender esa dimensión espacio-temporal que nos atraviesa en el momento que la atravesamos. Salir a dibujar también es conocer; el dibujo es portador de un mensaje que descifra y refleja la relación sujeto-objeto que se da en el espacio urbano, figurada por líneas que son, a la vez, extensiones de la mano que lo realiza. A partir de la capacidad perceptiva de quien dibuja, es posible comunicar sensiblemente una determinada atmósfera. Asimismo, salir a dibujar también es pensar; el dibujo a mano alzada facilita un medio que, paradójicamente con lentitud e inmediatez, puede plasmar y permite razonar y estudiar aquello que se dibuja.

En estos tiempos en los que muchas veces lo tecnológico desplaza lo analógico, salir a aprehender el espacio urbano y el dibujo a mano alzada in situ ya no es lo común, sino que deviene una alternativa casi de resistencia que no se debe perder. Se sale a dibujar porque aprender a ser diseñadores involucra nuestros cuerpos y nuestros sentidos en los recorridos perceptivos de ese espacio público, hecho que, en época de cuarentena y confinamiento social, hemos añorado harto. Pero, aun así, luego de dar algunos puntos de vista a los interrogantes planteados al comienzo, lejos de concluir, de dar respuestas cerradas, nos volvemos a preguntar para seguir reflexionando: ¿también se sale a dibujar porque solo así, por medio de la experiencia corporal y sensorial en los espacios, nuestra aprehensión del mundo puede ser completada?

Referencias bibliográficas

Berger, John. Sobre el dibujo. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2011.

Berger, John. Modos de ver. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2016.

Bertero, Claudia. La enseñanza de la Arquitectura: entre lo dibujado y lo desdibujado. Santa Fe: Ediciones UNL, 2016.

Carlino, Paula. Escribir, leer, y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.

Pallasmaa, Juhani. La mano que piensa: sabiduría existencial y corporal en la arquitectura. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2012.

Sennett, Richard. El artesano. Barcelona: Anagrama, 2009.

Tamés y Batta Jorge. «Realidad virtual vs. percepción humana». Revista Bitácora arquitectura, n° 27 (2014): 108-117

[1] Urbans Sketchers es una comunidad que practica el dibujo a mano alzada en ubicaciones como ciudades, pueblos o aldeas donde viven o viajan. Se inició en Flicker en 2007 y desde entonces se ha ido asentando en cada ciudad a lo largo del mundo donde se forman sus propios grupos. En Argentina se los conoce como «croquiseros urbanos».

Cómo citar:
Cristaldo, Diego. «Salir a dibujar: el reconocimiento corporal del espacio urbano para la incorporación de herramientas disciplinares». Polis, n° 17 (2020).  https://www.fadu.unl.edu.ar/polis/

Diego Cristaldo

Estudiante de Arquitectura y Urbanismo, FADU, UNL. Pasante en Taller de Comunicación Gráfica y Morfología I, Cátedra Bertero. Cientibecario del Programa de Becas de Iniciación a la Investigación de la UNL, edición 2019.